La situación en Gaza ha llevado a un creciente clamor en Israel por el fin de la guerra, no tanto por la compasión hacia la población palestina, sino más bien por el temor a las vidas de los rehenes israelíes. Esta realidad pone de manifiesto la complejidad emocional y política que rodea el conflicto, revelando un dilema moral que se ha vuelto cada vez más palpable en la sociedad israelí.
Un llamado silencioso por la paz en medio del conflicto
En los últimos 20 meses de conflicto en Gaza, los esfuerzos para abogar por la paz han sido recibidos con hostilidad. Ameet Halevi, una activista por la paz, ha enfrentado insultos y agresiones por su postura pacifista. Junto a un grupo de mujeres, ha participado en manifestaciones silenciosas donde el mensaje era claro: «compasión, paz y seguridad alimentaria». Sin embargo, estas acciones han sido objeto de rechazo, reflejando la polarización de la opinión pública en Israel.
En sus propias palabras, Ameet ha observado un cambio en las conversaciones familiares. Su padre, antes reacio a escuchar críticas hacia las acciones israelíes, ahora muestra una apertura inesperada. Este cambio, aunque pequeño, representa una luz de esperanza en un entorno donde la desesperanza y el sufrimiento dominan.
Un estudio reciente del Instituto de Democracia de Israel reveló que una abrumadora mayoría de los israelíes (67%) no considera la sufrida por los civiles en Gaza como un factor importante en las decisiones bélicas del gobierno. Esta desconexión destaca una tendencia inquietante: la empatía hacia los palestinos es aún limitada y, a menudo, eclipsada por la preocupación por los rehenes israelíes.
El «muro de la negación»
El conflicto se intensificó tras un ataque sin precedentes de Hamas en octubre de 2023, que resultó en la muerte de aproximadamente 1,200 personas y el secuestro de cientos. Desde entonces, el costo humano ha sido devastador, con más de 54,607 palestinos fallecidos, según cifras oficiales de Gaza, de los cuales un gran porcentaje eran niños.
A medida que el conflicto se prolonga, algunos activistas han comenzado a utilizar imágenes de los niños palestinos afectados en sus manifestaciones. Alma Beck, una de las organizadoras, ha notado una creciente curiosidad entre los israelíes sobre las historias detrás de estas cifras. Sin embargo, también apostilla que “el gobierno y los medios han hecho todo lo posible por aislar a los israelíes de la realidad en Gaza”.
El sentimiento de unidad que surgió tras los ataques de Hamas ha comenzado a desvanecerse. Un estudio de opinión reciente mostró que una mayoría de los israelíes ahora apoya un alto el fuego, principalmente en un intento de liberar a los rehenes.
Aumento de la frustración y el desencanto
En una reciente manifestación del orgullo LGBTQ en Jerusalén, los lemas de «stop the war» y las imágenes de los rehenes se hicieron eco entre los asistentes. Isaac Ziter, un soldado de reserva, ha expresado su creciente frustración: “No creo que estemos cerca de alcanzar los objetivos de la guerra”. Esta renovación de la opinión pública es significativa, dado que en el pasado, cuestionar la guerra era tabú, especialmente entre los militares.
A medida que las manifestaciones contra la guerra se tornan más comunes, la retórica se centra cada vez más en la liberación de los rehenes, mientras que la difícil situación de los habitantes de Gaza rara vez se menciona. La percepción de que los palestinos tienen poca compasión por los israelíes también se ha manifestado, afectando la empatía hacia ellos.
El conflicto como una guerra política
La guerra se ha transformado en un conflicto político, y la presión se ha intensificado sobre el primer ministro Netanyahu, quien aún se aferra a la idea de que la campaña militar es crucial para la liberación de los rehenes. A pesar de las crecientes demandas sociales por un cese de hostilidades, Netanyahu no ofrece señales de querer cambiar su enfoque.
Según la profesora Tamar Herman, del Instituto de Democracia, la oposición a la guerra proviene en su mayoría de aquellos que nunca votarían por Netanyahu. Esto ha llevado a una polarización aún más profunda en la sociedad israelí, donde el apoyo a la guerra se ha convertido en un reflejo de la lealtad política.
Preocupaciones sobre el resurgimiento de Hamas
En medio de una manifestación de apoyo a Netanyahu, muchos asistentes expresaron su deseo de continuar la guerra hasta que Hamas sea completamente desmantelada. Una tendencia que ha surgido entre los israelíes es la desconfianza sobre la posibilidad de que Hamas resurja si se detienen las hostilidades demasiado pronto.
Israel, consciente de las realidades en Gaza, se enfrenta a una encrucijada: ¿deberían aceptar la paz a costa de un regreso a la violencia en el futuro? Algunos manifestantes argumentan que la solución es la eliminación total de Hamas, mientras que otros sugieren que el enfoque debe ser pragmático, buscando condiciones que aseguren una paz duradera.
La ilusión del anexo
El discurso político en Israel ha incluido durante mucho tiempo la idea de anexar territorios palestinos bajo el pretexto de razones religiosas y de seguridad. Durante el conflicto actual, algunos líderes han visto la oportunidad de expandir su control territorial, lo que ha generado divisiones en la opinión pública.
Un estudio reciente indica que una gran parte de los israelíes, incluso aquellos que se consideran secularizados, apoyan la idea de que los palestinos deberían ser desplazados de sus hogares. Esta postura revela la complejidad del conflicto, donde las creencias políticas y religiosas se entrelazan de manera intrincada.
Reflexiones de los que buscan un cambio
Ameet Halevi, tras experimentar la hostilidad en manifestaciones pacifistas, decidió por un tiempo abandonar Israel en busca de un respiro. Sin embargo, su regreso a los Estados Unidos solo le trajo más aislamiento, ya que algunos en el movimiento pro-palestino la rechazaron por su nacionalidad. Su historia refleja la lucha de muchos israelíes que buscan una paz genuina mientras enfrentan la complejidad de sus identidades.
La sensación de traición hacia su propio país es palpable en su relato. “Lo que está haciendo Israel ahora es lo peor que podría hacer, no solo para los palestinos, sino también para los israelíes y los judíos”, concluye Ameet, enfatizando cómo este conflicto ha dejado marcas indelebles en todos los involucrados.
En un contexto donde la guerra se ve cada vez más como un ciclo interminable de violencia, las voces de aquellos que claman por la paz continúan siendo silenciadas, pero no extinguidas. La lucha sigue, no solo por la liberación de los rehenes, sino por la humanidad y la dignidad de todas las personas atrapadas en este conflicto desgarrador.